En las primeras páginas de una nueva serie de cómics, un mafioso reúne a su familia y habla de venganza. Aturdido por el dolor y la ira por el asesinato de su hijo, el mafioso jura destruir al asesino de su hijo. Mientras habla, el mafioso elogia a los miembros restantes de su familia, y el artista Rapha Lobosco dedica un panel a cada uno, dejando que el lector vea su importancia: sus fornidos hijos, sus hermosas hijas, su amada esposa y su anciana madre.
Pero justo cuando el mafioso llega al clímax de su discurso, una interrupción le obliga a dar media vuelta. Allí, ve a todos, excepto a su madre, muertos, con sangre brotando de un agujero de bala colocado precisamente en sus frentes. Después de matar al mafioso, el pistolero se vuelve hacia la anciana madre y le dice: «Más vale prevenir que lamentar». La secuencia termina con una página de presentación que muestra al pistolero disparando a la cámara.
Si adivinaste que este cómic proviene de Garth Ennis, estás en lo cierto. El escritor escocés se ha hecho un nombre con historias brutales sobre héroes indiferentes, que ejercen una violencia incalculable sobre sus depravados enemigos, retratados en imágenes sangrientas.
Pero la escena no proviene de una nueva serie de Los chicos una revitalización de Castigador: Max. Más bien, proviene de James Bond: 007 #1 de entretenimiento dinamita. Y es absolutamente perfecto.
La brutalidad del vínculo
Esta última versión de Bond podría ser una sorpresa para aquellos que sólo conocen a 007 por la franquicia cinematográfica. El Bond que se hizo popular en las películas de Eon Productions es una figura aspiracional, un operador suave ataviado con marcas de lujo (recuerde su máquina de café expreso en Vive y deja morir?). Salvo algunas excepciones notables, termina sus hazañas sin cicatrices y en los brazos de una hermosa mujer.
Sin duda, estas tomas encuentran a Bond cometiendo horribles actos de brutalidad. En bola de trueno, Bond usa a Fiona Volpe (Luciana Paluzzi) como escudo humano para protegerse de un intento de asesinato durante un baile, dejando caer su cadáver en una mesa cuando termina con ella. En Los diamantes son para siempre, Bond estrangula a una mujer con la parte superior del bikini. Bond de Timothy Dalton golpea al corrupto agente de la DEA Ed Killifer (Picos gemelos‘s Everett McGill) en un tanque de tiburones en Licencia para matar. Incluso el elegante Pierce Brosnan Bond derrota al magnate de los medios Elliot Carver (Jonathan Pryce) al dejarlo en un simulacro al final de El mañana nunca muere.
Pero por impactantes que sean estos momentos, las películas de Bond encuentran formas de embotar o justificar las acciones. Carver, Killifer y otros son tipos malos que obtienen su justa recompensa. Las peleas se ven geniales, ocurren en increíbles sets de Ken Adam y van acompañadas de una música divertida. El carisma natural de Timothy Dalton, Sean Connery, Roger Moore o incluso George Lazenby nos obliga a agradarnos por Bond, incluso después de sus terribles actos.
A pesar de algunas reservas iniciales sobre el papel del Connery escocés como 007, al creador de Bond, Ian Fleming, le gustaron mucho las adaptaciones que vio. Sin embargo, la película Bonds carecía de la crueldad a sangre fría del personaje del libro. Fleming afirmó que escribió sus libros de Bond para “heterosexuales de sangre caliente en trenes, aviones o camas”, y si bien eso encaja con la figura fantástica de las películas, su Bond tenía una palpable falta de sentimiento. Era una herramienta del servicio secreto de Su Majestad disfrazado de ser humano.
Un vínculo frío de cómic
El Bond de Ennis y Lobosco no tiene tanta suavidad. Un veterano de libros llamativos como vampira y Cortar/cortar, Lobosco modera su sensibilidad dinámica para permitir que el lector vea las aristas duras de Bond. Dibuja a Bond sin el glamour de los actores que interpretaron a 007 en el pasado y, en cambio, lo convierte en una figura menos llamativa, acorde con el aburrido instrumento de las obras de Fleming. El ceño fruncido y la mandíbula apretada que Lobosco le da a Bond no delatan sentimientos internos, sino que funcionan como nada más que funciones mecánicas.
Incluso cuando Bond tiene lo que podría ser un momento más sensible, quitarse los zapatos para meterse en el agua con el agente retirado Archibald Tyron, Lobosco le da una deliberación que carece de la gracia de una estrella de cine. Él apoya a Tyron no para relacionarse con otro humano que sepa cómo se siente, sino para obtener información, un punto subrayado por el clímax que revuelve el estómago del tema.
La paleta de colores apagados de Jorge Sutil promueve esta versión taciturna. Incluso cuando Sutil usa colores estilizados, como ocurre con los rojos que llenan los fotogramas del discurso del mafioso antes mencionado, contrastan con los asesinatos calculados de Bond. Asimismo, el rotulista Rob Steen distingue sutilmente a Bond de otros personajes por su forma de hablar. Cuando el mafioso llega al clímax de su discurso, Steen usa letras más grandes, exagerándolas hasta alcanzar proporciones casi de burbujas, solo para volver a letras planas para la respuesta estéril de Bond.
El enfoque más moderado del resto del equipo creativo le permite a Ennis satisfacer sus impulsos más desagradables sin romper la realidad del libro. Por más gratuito que sea su 007, los colaboradores de Ennis permiten que Bond siga siendo un asesino indiferente.
Deja que Bond sea malo
La ostentación y el espectáculo de las películas de Bond a veces pueden distraer la atención del hecho de que Bond es un soldado del imperio y el capital. Mata a aquellos que menospreciarían a Inglaterra o sus intereses comerciales, una cualidad inherente que revuelve el estómago.
Si bien Fleming no pensó que sus lectores heterosexuales de sangre caliente tendrían problemas con la brújula moral de Bond, sí tuvo el sentido común de retratar a su protagonista como un hombre con una brújula moral rota. Como escritor de algunos de los cómics más desagradables de la historia del medio (esto es un cumplido), Ennis le devuelve esa cualidad a James Bond, haciendo James Bond: 007 #1, una de las versiones más precisas e inquietantes del famoso espía.